jueves, 15 de noviembre de 2018

Bullying y el papel de los padres y educadores



¿A quién no le han insultado alguna vez en el colegio? ¿Quién no se ha sentido inferior e inseguro cuando no llevaba la ropa de moda? ¿Quién no se ha sentido alguna vez incómodo con su cuerpo o a quién no le han ridiculizado por llevar gafas, aparatos o unos zapatos adaptados?

Todas estas cuestiones que al ser adultos nos parecen inconcebibles, cuando eres niño y no tienes conciencia de los efectos que ese insulto pueden tener en la otra persona, constituyen la base de problemas posteriores en el adulto, ya sean de autoestima o en sus relaciones de pareja mostrándose inseguros y nunca suficientes para mantener relaciones afectivas. Y, sin olvidarnos de las consecuencias negativas y efectos psicológicos que sufren los niños víctimas de acoso escolar, tales como depresión, estrés, miedo, frustración o conductas regresivas.


Por ello, el papel de los padres y los educadores es crucial ante situaciones de acoso. En la medida en la que los vínculos afectivos entre padres e hijos sean positivos, serán mayores las posibilidades
de que los niños y las niñas pidan su ayuda o la de un adulto de referencia, cuando se encuentren en una situación de riesgo. Sin embargo a la hora de la acción, las víctimas no suelen decirlo a los adultos, especialmente a sus profesores.

El establecimiento de un sistema protector en la escuela seguramente permitiría que todos los niños y las niñas implicados hablarán más fácilmente de las situaciones de violencia que viven o que observan. Eso implicaría que los docentes y la comunidad educativa actuasen de manera rápida y adecuada.
Un sistema de protección en la escuela implicaría promover elementos para la prevención como la asertividad, la empatía, el pensamiento crítico, la evaluación de las consecuencias de sus comportamientos, y el desarrollo de competencias de autoprotección frente a los riesgos de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Junto con esto, los niños deberían sentirse seguros y comprendidos y tener una plataforma accesible para denunciar este acoso. 
Estos dos pasos podrían ser cruciales para crear un entorno comunicativo, asertivo y no tolerante con cualquier tipo de acoso o violencia ante un igual.

En relación al papel que ejercen las familias, es evidente que los vínculos afectivos sanos y estables con un estilo educativo fundamentado en el respeto, en la comunicación, en el manejo de las emociones negativas, en la empatía y la asertividad promueve niños y niñas que son respetuosos con los demás, solidarios, que saben decir no y establecer límites con quienes podrían agredirles.


Además, se debe situar en un escenario intergeneracional en el que intervienen abuelos, padres e hijos. Ello implica que no hay que obviar el papel que juegan hoy en día los abuelos y abuelas en la educación familiar, no sólo en la transmisión de valores y conocimiento de la historia de la familia, sino como agentes educativos complementarios o incluso sustitutorios del rol parental.
Uno de los objetivos es que se replanteen su rol y aprendan a tomar decisiones desde la flexibilidad, siendo consensuadas por ambos, en favor a las circunstancias de sus hijos.

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ESTHER CARRASCO LLERA

Psicóloga General Sanitaria 

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