Es posible que observemos en nuestros hijos faltas de
fluidez en los inicios del desarrollo del lenguaje cuando están aprendiendo a
hablar; aun así, estas disfluencias se consideran normales en la primera
infancia. Sin embargo, pueden llegar a ser una señal de alarma a
medida que pasa el tiempo y los períodos de fluidez van disminuyendo y el
tartamudeo se va haciendo más estable.
Así mismo, la tartamudez o disfemia se manifiesta como una
forma de hablar interrumpida que afectan a la continuidad, al ritmo y a la
velocidad del habla.
Aquellas señales de alarma o errores que pueden ser atípicos
y conducir a una tartamudez son:
- Repeticiones de sílabas: <<pe…pe…pelota>>.
- Más de dos repeticiones de palabras cortas: <<pero…pero…pero…pero…pero
dímelo>>.
- Alargamiento de un sonido: <<eeeeese avión>>.
- Bloqueos o interrupción del flujo de aire.
- Palabras partidas: <<dame el telé…fono>>.
- Esfuerzo y tensión al hablar.
- Movimientos asociados al habla en la cara o en cualquier
otra parte del cuerpo.
- Preocupación de los padres por la forma de hablar de su
hijo/a.
- Temor o ansiedad asociada al habla por parte del niño/a o
de los padres.
- Evitación del habla.
En la mayoría de las ocasiones, los padres que observan
alteraciones en el habla de su hijo/a, generan una gran preocupación y habitualmente
tienden a intentar ayudarle con indicaciones de cómo hablar; por defecto, estas
llamadas de atención y actitudes negativas del ambiente hacen que el tartamudeo
se intensifique y aparezca una tensión asociada a situaciones comunicativas.
Por ello, cuando se observan este tipo de alteraciones o señales de alarma, es necesario acudir a un logopeda que evalúe, realice un diagnóstico, asesore y trate las difluencias de la forma más apropiada y eficaz.
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FÁTIMA LÓPEZ
Logopeda
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